viernes, 13 de diciembre de 2013

SOBRE EL AMOR


“Cuanto más ciego es el amor, tanto más impulsivo es y tanto más amenaza con consecuencias destructivas; pues el amor es una dynamis, que necesita forma y orientación. Por eso lo acompaña un Logos, como una luz que ilumina en las tinieblas” 

C.G.Jung.


La fuerza del amor necesita forma y orientación. Muchas veces se dispara como reacción emocional y es virtud del humano poder administrarla.
Mucho se ha hablado desde múltiples aspectos sobre el amor. El amor materno asociado a la función  de cuidado y nutrición. El amor fraterno ligado a la solidaridad entre pares. El amor romántico-erótico activado en la relación de pareja.
El ideal occidental del amor romántico nació en nuestra cultura aproximadamente en el siglo XII. Al comienzo se llamaba amor cortés y el mismo idealizaba una relación espiritual entre varones y mujeres. Se caracterizaba porque el caballero nunca se relacionaba carnalmente con la dama, los amantes no se casaban entre sí y al mismo tiempo estaban comprometidos a mantener encendida la pasión, intentando constantemente espiritualizarla. Este modo de amar los elevaba en sus aspiraciones, los instaba a lo sublime y a la propia plenitud.
Vemos aquí cuán importante es, en función del amor de pareja, aclarar la diferencia entre el amor humano, como base de una relación  y el amor romántico, como ideal interno de trascendencia.
En general tanto el  varón como la mujer actual buscan su sentido de la vida en la pareja. Otros lo buscan dentro de sí  quedando ensimismados y  de este modo negados al vínculo.
Frente a estas alternativas de la proyección de uno mismo en el otro o del encierro sobre sí prescindiendo del otro  ¿Cómo lograr un un vínculo de pareja  posible conservando el vínculo con uno mismo?
La respuesta es desde lo simple que no es lo mismo que lo fácil: A partir de  nuestra individuación.
El proceso de individuación nos permitirá nutrirnos conscientemente de las ansias de lo divino que el amor romántico representa y continuar por ese camino, desarrollando una relación que respete la singularidad de cada uno y la identidad del vínculo.

lunes, 9 de diciembre de 2013

     

EXPECTATIVAS AFECTIVAS
Muchos de los acuerdos-desacuerdos-vinculares tienen que ver con las expectativas.
La expectativa es una suposición centrada en el futuro, la misma puede ser realista o no. Sugiere la idea de anticipación, se espera que algo ocurra y mientras se espera  se activa la incertidumbre ¿ocurrirá?
Una vez activada la expectativa, pase lo que pase, se despiertan las resistencias al cambio y  por más que lo que se espera que ocurra sea algo deseado, implica un desequilibrio frente al cual se activa una defensa: la resistencia al cambio. A esta primera defensa se le suman otras ante lo por venir.
Tal cual puede verse, la expectativa muchas veces lejos de alentar esperanzas se convierte en una demanda hacia nosotros mismos y hacia los otros, y tal como dice el dicho “quien espera desespera”.

En estos tiempos de fin de año donde las propuestas de encuentros y reuniones  se multiplican, también se multiplican las expectativas afectivas. Muchas de ellas tienen que ver con el agrado, con el disfrute del encuentro,  en cambio otras, se convierten en una exigencia.
¿Qué hacer con esas expectativas afectivas que generan estos eventos?
Sería saludable hacer consciente el vínculo con uno mismo, tomarse de la mano y acompañarse en el tránsito o dicho de otro modo: Ir con uno mismo al encuentro con los otros. Aunque parezca obvio esto de ir con uno mismo en realidad no lo es. Muchas veces nos postergamos   y esperamos encontrarnos en los otros o en las cosas.
Es a partir del propio vínculo nutricio que se puede ir al encuentro con los otros.
Pasare lo que pasare afuera solo el vínculo con uno mismo como propuesta de integración permanente, al decir de Jung, nos alojará más allá de las expectativas propias y ajenas.





domingo, 1 de diciembre de 2013

Las fiestas de fin de año

Encuentros y desencuentros 
con uno mismo y con los otros

Más allá de las creencias religiosas, los calendarios, los usos y costumbres de cada sociedad, las fiestas de fin de año se reeditan como un hito anual mundial; frente a ellas es imposible permanecer indiferente.
Consciente o inconscientemente “el balance de fin de año” se impone y las propuestas de festejos se convierten muchas veces en una exigencia.
¿Cómo responder a la demanda externa de fiestas cuando el saldo de ese año no ofrece  ánimo para festejos? ¿Qué hacer con los sentires encontrados interna y externamente?
Centrándonos en la “celebración”.
Comúnmente usamos los términos festejar y celebrar como sinónimos sin embargo, cuando se festeja siempre se celebra, pero no siempre que se celebra se festeja.
La celebración incluye una conmemoración y al mismo tiempo da lugar para que, en el caso que las condiciones estén dadas, devenga un festejo.
En todo fin de año se conmemora un cierre-apertura de ciclo; dicha conmemoración nos invita a renovar el compromiso con nosotros mismos para elegir libre y responsablemente que celebración estamos en condiciones de sostener en ese año.