Encuentros y
desencuentros
con uno mismo y con los otros
Más allá de las creencias religiosas, los calendarios, los
usos y costumbres de cada sociedad, las fiestas de fin de año se reeditan como
un hito anual mundial; frente a ellas es imposible permanecer indiferente.
Consciente o inconscientemente “el balance de fin de año” se
impone y las propuestas de festejos se convierten muchas veces en una
exigencia.
¿Cómo responder a la demanda externa de fiestas cuando el
saldo de ese año no ofrece ánimo para
festejos? ¿Qué hacer con los sentires encontrados interna y externamente?
Centrándonos en la
“celebración”.
Comúnmente usamos los términos festejar y celebrar como
sinónimos sin embargo, cuando se festeja siempre se celebra, pero no siempre
que se celebra se festeja.
La celebración incluye una conmemoración y al mismo tiempo da
lugar para que, en el caso que las condiciones estén dadas, devenga un festejo.
En todo fin de año se conmemora un cierre-apertura de ciclo; dicha
conmemoración nos invita a renovar el compromiso con nosotros mismos para
elegir libre y responsablemente que celebración estamos en condiciones de
sostener en ese año.
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